Doble trabajo y doble desigualdad para las mujeres

Por: 

Tamia Lavado

En el mes de mayo se celebra el día de la madre, y aunque típicamente la figura de madre se relaciona sobre todo con el amor, hay que recordar que se relaciona también con el trabajo, pues son las madres quienes realizan más trabajos que cualquier otra persona.

El estudio llamado “Penalizaciones salariales: El costo de ser madre en el Perú”, elaborado dentro del concurso anual de investigaciones del Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES) tiene cifras sobre como el trabajo que realizan diariamente las mujeres influye sobre su desarrollo académico y laboral, sustentando la evidencia sobre la teoría de la economía feminista.

Además el estudio demuestra que, en efecto, las madres tienen menores ingresos laborales. De esta forma, según los datos obtenidos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) del año 2016, una mujer sin hijos tiene ingresos promedio de 1310 soles, mientras que una mujer con hijos tiene ingresos promedio de 1017 soles.

La economía feminista
Desde la economía feminista, se revaloran como trabajo todas las actividades que generen beneficio económico, lo cual se diferencia de la economía de mercado que solo considera trabajo a aquellas actividades que se pueden intercambiar por dinero (Picchio, 2001).
En el caso del trabajo doméstico realizado de forma no remunerada, este otorga valor al generar y sostener la vida de las personas, que finalmente son trabajadores que ingresarán al mercado laboral. Es en el hogar que se transforma los bienes comprados para ser finalmente bienes listos para el consumo.

Desde este punto, las personas que desarrollan trabajo doméstico no remunerado y además tienen un lugar dentro del mercado laboral estarían realizando doble trabajo. Dado que socialmente se atribuye el trabajo doméstico a las mujeres, estas son las que realizan el doble trabajo (Rodríguez, 2007).

Según las cifras calculadas con los datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) elaborada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) se pudo comprobar que las mujeres destinan entre 26 y 66 horas por semana a los trabajos domésticos no remunerados.

Para las mujeres con hijos, las horas destinadas al trabajo no remunerado son tantas, que no destinan horas a las actividades educativas, siendo la educación uno de los factores que se relaciona de forma directa con mayores ingresos laborales.

La transmisión de desigualdades
El uso del tiempo es también un canal de transmisión de las desigualdades dentro de la sociedad. Quienes tienen mayor tiempo disponible, tendrán mayores oportunidades, mientras que aquellas personas que tienen menor tiempo disponible tendrán limitantes. Por ello, existe un problema de género y de clase en el uso del tiempo.

Es un problema de género, pues son las mujeres quienes destinan más horas al trabajo doméstico no remunerado hecho para el sostenimiento de sus familias. Esta característica se relaciona directamente con la brecha de participación laboral entre hombres y mujeres, pues mientras los hombres tienen una participación aproximada de más de 80%, las mujeres tienen una participación que bordea el 60%.

Es un problema de clase pues las mujeres de quintiles más altos de ingresos destinan menos horas a estos trabajos, mientras que aquellas de los quintiles más bajos destinan más horas. No solo hay una diferencia por lo que sería la posibilidad de contratar un personal que realice el trabajo doméstico, sino que hay una diferencia tanto por el hecho de contar con más artefactos eléctricos que ahorren horas de trabajo, como por el simple motivo de tener todos los servicios básicos.

Las mujeres que no tienen agua y tienen que recogerla cuando pasa la cisterna o las mujeres que tienen que cocinar con leña y tienen que transportar el combustible, destinan más horas para el trabajo doméstico.

Los efectos en el mercado laboral
Esta diferencia en el uso del tiempo origina la feminización de varias problemáticas laborales como los ninis y la informalidad. Es así que de todos los jóvenes ninis, aproximadamente el 70% son mujeres (Málaga, 2014), por lo que serían jóvenes que están fuera de las principales esferas de inclusión social como son el sistema educativo y el mercado laboral.

En cuanto a la informalidad, las mujeres tienen más presencia en puestos de trabajo informales, caracterizados por la baja protección social y por estar muy cercanos a la vulnerabilidad. Además de estar relacionados con menores niveles de bienestar por las pocas expectativas de ascender, como por la incertidumbre respecto a su futuro laboral.

Cuando la mujer tiene hijos, estas problemáticas se agudizan. Por ello, las mujeres con hijos tienen mayor presencia en puestos vulnerables que según la definición de la Organización Internacional del Trabajo engloba a los trabajadores por cuenta propia y que no tienen profesión, a los trabajadores del hogar y a los trabajadores familiares no remunerados.

Las comparaciones exactas se pueden obtener con los datos de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) que también realiza el INEI. Según estas cifras, para el año 2016, el 53% de mujeres con hijos estaban trabajando en empleos precarios. De igual forma, el 77% de ellas no tenía acceso al sistema de pensiones y el 72% no contaba con un seguro de salud contributivo, por lo que no tendrían derecho a subsidios como por ejemplo el subsidio de maternidad.

El uso del tiempo se vuelve importante al trazar la vida académica y laboral de las mujeres. En el caso de las mujeres con hijos, el mayor tiempo de trabajo doméstico no remunerado sumado al tiempo de trabajo remunerado en el mercado deja poco espacio para la capacitación laboral o para las actividades académicas, lo que finalmente contribuye a la diferencia de ingresos.

Finalmente esta investigación alienta a asumir la corresponsabilidad familiar de la crianza de los hijos, de parte del padre y la madre, es decir que las labores domésticas sean compartidas por todos los miembros de la familia sin distinción de género. Así mismo es un llamado de atención a las empresas y Estado para pensar la corresponsabilidad social que tienen sobre los cuidados de las poblaciones vulnerables como niños, ancianos y personas con discapacidad; pues actualmente este trabajo es recargado sobre las mujeres.

Referencias

Málaga, R., Oré, T., & Tavera, J. (2014). Jóvenes que no trabajan ni estudian: el caso peruano. Economía, 37(74), 95-132.

Picchio, A. (2001). Un enfoque macroeconómico ampliado de las condiciones de vida. Tiempos, trabajos y género, 15-37.

Rodríguez Enríquez, C. (2007). Economía del cuidado, equidad de género y nuevo orden económico internacional. Del Sur hacia el Norte: Economía política del orden económico internacional emergente, 229-240.
 

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