Desnutrición y anemia en el Perú: la lucha continua

El crecimiento económico de los últimos años debería traducirse en mejores condiciones de vida y no traducirse en números agregados en la estadística.

El crecimiento económico de los últimos años debería traducirse en mejores condiciones de vida y no traducirse en números agregados en la estadística. En ese sentido, podríamos preguntarnos si han mejorado los índices de salud en el país. Las respuestas, como lamentablemente estamos acostumbrados a escuchar, no son muy alentadoras.

Si bien desde el 2005, se logró mejoras en la reducción de la desnutrición, pasando de una tasa nacional de 28% a un 17,5% en el 2013, el sector rural sigue siendo el más afectado por este mal, donde uno de cada tres pobladores viven con problemas de desnutrición.

El Instituto Nacional de Salud (INS) y el Centro Nacional de Alimentación y Nutrición (CENAN) revelan en estudios de fines del 2013 que el 18,1% de niños peruanos menores de 5 años padecen desnutrición y el 44,2% de anemia. El Estado peruano tiene como meta al 2016 reducir la desnutrición crónica y la anemia al 10% y 20% respectivamente. Para ello, se están desarrollando programas donde se proveerá a unos 944,000 niños y niñas con sachets que incluyan varios de los nutrientes recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Estas metas, aunque serían una sustancial mejora respecto a lo que nuestra población ha venido sufriendo en los últimos años, no serían un gran logro si nos comparamos a otros países latinoamericanos. Al 2008, países como México, Colombia, Brasil, Uruguay ya estaban muy cerca de alcanzar esa meta, mientras que Argentina y Chile eran ejemplos de países exitosos en reducir y mantener a raya tanto la desnutrición crónica como la anemia, al punto que en este último país ya no se las considera como problemas de salud pública.

La reducción de estos problemas permitiría mejorar el capital humano de nuestro país, pues los niños aprovecharían mejor sus estudios y serían más eficientes en sus trabajos. Además, podría contribuir a reducir la mortalidad infantil y aumentar la expectativa de vida en el Perú, que entre otros indicadores, son indicativos de países desarrollados. Finalmente, el beneficio principal sería el darle a cada peruano una mejor calidad de vida.

En pleno siglo XXI, es inconcebible que existan poblaciones donde haya desnutrición y anemia, problemas que son más sencillos de resolver, frente a bacterias o virus en distintas ramas de la medicina. Sin embargo, el combate a estos flagelos en el Perú nos muestra dos cosas: uno, que no ha sido ni será sencillo resolverlos pues implica un esfuerzo constante y de múltiples recursos (si consideramos que cada niño debe tener los nutrientes suficientes en tres comidas diarias); y dos, que esta batalla se puede ganar. Y se debe ganar, porque el futuro de nuestro país estará en manos de estos muchachos quienes, sin duda alguna, podrán aportar mucho si cuentan con el principal recurso que cualquiera debe tener en la vida: su salud.

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