A rendir cuentas

Por: 

Marité Bustamante

Habla Castañeda ha logrado validar las veinte y cinco mil firmas necesarias para obligar al Alcalde de Lima a rendir cuentas. Este hecho constituye un hito en la historia de la participación ciudadana en el Perú, pues será la primera vez (desde la creación constitucional del mecanismo denominado Demanda de rendición de cuentas) que un grupo organizado de vecinos y vecinas lo utilice. Como promotora de dicho proceso, me interesa exponer una reflexión preliminar sobre las lecciones aprendidas a propósito de este triunfo ciudadano.

No hay intocables, hay vacío político 
Castañeda era un adversario político difícil de enfrentar: contaba con una alta aprobación, control del aparato estatal, silencio de los medios masivos de comunicación respecto a su gestión y una importante red de aliados políticos. Sin embargo, eso no era suficiente para explicar su éxito, pues tan importante como los factores mencionados eran la dispersión de la oposición vecinal, la debilidad de la oposición política en el Concejo Metropolitano y la desconfianza que impedía la articulación de estos dos tipos de oposición. 

Conscientes de que los primeros factores serían imposibles de revertir sin que fuéramos capaces de superar la dispersión, la debilidad y la desconfianza mencionadas, los promotores de Habla Castañeda encontramos en la demanda de rendición de cuentas un instrumento político útil para revertir tales características de la oposición al Alcalde. La naturaleza del mecanismo permitía partir de un consenso en torno a la forma de gobernar de Castañeda: el Alcalde no habla, no rinde cuentas, es “mudo”. Lo que era una virtud para sus seguidores (“el Alcalde habla con sus obras”) había sido el obstáculo para que diversos colectivos ciudadanos y la oposición en el Concejo Metropolitano ejerzan su derecho a la fiscalización de los asuntos públicos, en particular, en relación a obras inconsultas y plagadas de irregularidades. 

A poco más de un año de iniciar la campaña, la dispersión se ha reducido, pues Habla Castañeda fue, desde el inicio, un punto de encuentro de quienes reconocían en el silencio del Alcalde el escenario perfecto para la corrupción; la oposición en el Concejo se ha fortalecido, pues la campaña ha sido una plataforma de difusión de las acciones de fiscalización de los principales regidores de oposición; y la desconfianza ha dado paso a la articulación, como lo demuestra la constitución de la Coordinadora #16N Por nuestro Derecho a la Ciudad, de la cual Habla Castañeda es parte. 

Los otros factores también se han alterado: la popularidad del Alcalde ha caído ostensiblemente y la última encuesta de Pulso Perú muestra que los limeños perdieron la confianza en que Castañeda esté trabajando por resolver los principales problemas de la ciudad. Obligados por las organizaciones ciudadanas movilizadas en oposición al Alcalde, los medios se han visto obligados a cubrir hechos políticos como las dos marchas convocadas por el Derecho a la Ciudad, así como incorporar una perspectiva crítica en la evaluación del desempeño de la actual gestión municipal. Finalmente, los aliados de Castañeda tienen menos margen para intentar blindarlo; en parte por la presión ciudadana y en parte por la presencia de sectores críticos en el Congreso, que lo han citado en más de una oportunidad para rendir cuentas sobre su gestión. 

Así, el Alcalde ya no corre más solo y sin resistencias, sino que enfrenta la oposición ciudadana más organizada de sus tres periodos de gobierno. A este logro creemos haber contribuido y esperamos seguir haciéndolo, intensificando las tareas de propaganda en torno a la necesidad de una rendición de cuentas clara, precisa, sustentada y pública, única garantía de que de ella se derive la sanción política y penal que, sin dudas, Castañeda merece. 

Más que desencanto, ausencia de alternativas 
Es cierto que la mayoría de habitantes de Lima no practica la política  y  considera que quienes  lo hacemos, estamos movidos por la posibilidad de ostentar un cargo público en beneficio personal y no colectivo. Esta percepción se alimenta de una situación recurrente en los gobiernos locales, donde los vecinos ven cómo crecen aceleradamente los recursos personales y familiares de alcaldes, regidores y gerentes, sin que el sistema anticorrupción haga algo contra ellos.  

Habla Castañeda nos ha mostrado que la percepción descrita explica, en parte, la distancia de los vecinos con la política, sobre todo, con los partidos políticos, como medios de acceso al poder institucional; pero también ha mostrado una vía para despertar el deseo de revancha de ciudadanos defraudados en sus expectativas de mejorar sus condiciones de vida. 

El espacio local es propicio para recuperar la dimensión colectiva y transformadora de la política, pues lo público se expresa en la dotación de bienes y servicios esenciales para la vida en la ciudad, tales como el transporte público, la planificación del uso del suelo, el comercio mayorista y minorista o los espacios públicos. La experiencia cotidiana de uso de estos bienes o servicios, además, genera las condiciones para hacer política en tiempo no electoral, lo que contribuye a reducir la percepción de la existencia de un móvil egoísta. 

Desde Habla Castañeda entendimos que para lograr nuestro objetivo no sólo debíamos apelar a un discurso ético que exija rendición de cuentas para garantizar el correcto uso de los recursos públicos, sino que era la oportunidad para revelar la ineficiencia del modelo basado en la obra aislada, sin horizonte de planificación, ni consulta ciudadana. Superar la desconfianza con la política  (y la que surge cuando un desconocido te pida tus datos personales y firma) exigía apelar a la empatía que surge de sufrir los mismos problemas urbanos y de demostrar que su principal responsable estaba pasando piola, en parte, gracias a nuestro silencio. A nadie le gusta sentirse cómplice de su propio verdugo. 

Considero que un factor a tener en cuenta es el carácter colectivo e instrumental del derecho a la demanda de rendición de cuentas. La dimensión del objetivo (conseguir 25 mil adhesiones a la demanda) exigía tanto la organización de una estructura permanente de recolección, como de una empatía con la campaña que llevase a quiénes se sumaron a sumar a otros. Para lograrlo optamos por la organización horizontal de la tarea de recolección de firmas que asumimos todos los activistas. Este carácter colectivo ayudó, además, a que ante las campañas de difamación montadas por el Alcalde contra los principales promotores, la respuesta fuera de solidaridad y se generase la convicción de que se participaba de una acción que incomodaba al virrey amarillo. El carácter instrumental, por su lado, permitió ofrecer un medio para canalizar la crítica a Castañeda que obtendría un resultado concreto. No se trataba solo de denunciar, sino de corregir una situación deleznable. Castañeda tendría que responder nuestras preguntas. 

No quisiera terminar este texto sin mostrar conciencia de los límites políticos de la experiencia vivida. La inserción barrial es una ausencia a lamentar, sobre todo, si se quiere contribuir a la constitución de un movimiento social urbano. También está pendiente evaluar la falta de democratización de las evaluaciones y decisiones de carácter político. No pretendo hacer una lista. Desde el equipo central de Habla Castañeda nos hemos impuesto la tarea de presentar un balance ante la ciudadanía, pues todos debemos rendir cuentas. Pero hoy quise rescatar las lecciones que surgen de los aciertos, de los triunfos.  

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