25 años de la captura de Abimael Guzmán ¿Qué ha cambiado en el país?

Hoy se recuerdan 25 años desde el día en que la casa de, la hoy liberada, Maritza Garrido Lecca fue intervenida por el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) para arrestar a Abimael Guzmán, líder del movimiento terrorista Sendero Luminoso (SL), el mal llamado “presidente Gonzalo”, un “presidente” que no fue elegido por nadie más que por su propia conciencia asesina y devastadora.

25 años desde que el grupo criminal, responsable de la mayor cantidad de víctimas durante el período de violencia entre los años 1980-2000 fuera atrapado sin el ruido de una sola bala, sin el golpe de una emboscada violenta como las que estuvieron ellos acostumbrados a realizar.

Solo un grupo de agentes policiales, con escasos recursos, sin apoyo político (porque el fujimontesinismo no podía permitirse una captura así sin que ellos la manejaran), lograron tras un arduo trabajo de seguimiento e investigación, dar con el paradero de Guzmán Reynoso.

300 meses han pasado luego de ese hecho, y su posterior presentación circense con el clásico traje a rayas para luego ser trasladado a lo que hasta hoy es su recinto: la Base Naval del Callao. 300 meses donde en medio de acciones de los remanentes senderistas que unidos al narcotráfico, pretenden seguir su dominio en el VRAEM, y del debate público por la liberación de una de las protagonistas de ese capítulo de la captura, Maritza Garrido Lecca, nos preguntamos ¿qué hemos aprendido y que ha cambiado en el país?

¿Hemos aprendido a reconocer lo vivido durante 20 años desde que SL decidió tomar las armas para atacar a los peruanos? Lo reconocemos, sí. Pero con mucho recelo, mucho odio y sin la intención de dar un mínimo espacio para ventilar aspectos para una reconciliación nacional.

¿Ha cambiado algo en el país? En el aspecto político, el fujimorismo que se adjudica la captura de Abimael, cumple un rol preponderante en el país. Son la principal oposición a cualquier intento de memoria, de recordar lo que ocurrió en el país durante 20 años. Para ellos solo existen las víctimas de Sendero Luminoso, no existe lo que pasó desde los crímenes de agentes del Estado, desde las órdenes de Fujimori y Montesinos (que hoy purgan prisión por esos hechos), hasta las acciones reprochables de algunos integrantes de las Fuerzas Armadas que no dudaron en asesinar hasta niños con tal de “exterminar terroristas”.

¿Está el terrorismo terminado? Es una pregunta que genera más de un debate. Para algunos la caída de Guzmán y su cúpula terminó de erradicar la acción violentista de Sendero. Para otros, las acciones del denominado “camarada Artemio” en el VRAEM siguen siendo una muestra de que el terrorismo no está exterminado y que hoy junto al dinero del narcotráfico busca un espacio para seguir agrediendo al país.

Sin embargo, lo que no se puede negar es la aparición -desde hace muchos años- de un órgano político que busca el aggiornamiento de Sendero Luminoso. El MOVADEF ha mostrado -aunque muchos lo nieguen- una fuerte posición en diversos sectores. La huelga magisterial de los últimos meses ha comprobado que el aparato ideológico de Sendero que busca posicionarse en la política peruana tiene la capacidad de organizase si así lo plantean.

Hay que recordar que la posible ilegalidad del MOVADEF, sindicado como un movimiento que comete el delito de apología al terrorismo, se encuentra estancado en el marco de un proceso donde una acusación fiscal aún no es emitida con lo cual el Poder Judicial se encuentra atado de manos para definir o no si es que este movimiento puede ser aislado de la vida política y perseguido por la justicia.

Y la cereza de este pastel extraño, es el de la liberación de terroristas que ya cumplieron la condena establecida por el sistema judicial, luego del allanamiento ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, donde el Estado Peruano aceptó  que las sentencias emitidas por los tribunales sin rostro, del fujimorismo, no cumplieron con los estándares adecuados y se violentó el debido proceso.

Debido a ello, 25 años después figuras vislumbrantes de Sendero han dejado o están por dejar la prisión. Los reflectores se centran sobre Maritza Garrido-Lecca, la bailarina que protegió a Abimael Guzmán. Pero pocos recuerdan -o no quieren recordar- que el próximo mes, Martha Huatay, abogada, coordinadora de “Socorro Popular”, la principal organización logística y ejecutora de los atentados terroristas.

“Pero no han pagado la reparación civil”, “No están arrepentidas”, se apuran en resaltar los que están en contra de la libertad de las integrantes de SL. Y precisamente lo hacen quienes tienen como líder a un personaje preso por violación a los derechos humanos que tampoco ha pagado su reparación civil y que -menos aún- ha expresado su arrepentimiento.

Lo cierto es que aún falta mucho por aprender en busca de una memoria colectiva y de una verdadera reconciliación. Estas liberaciones nos ponen una prueba dura, nos retan nuevamente a demostrar de qué estamos hechos los peruanos. Nos pone al frente la posibilidad de mostrarles a los terroristas que quisieron destruir nuestro país, que podemos ser mejores que ellos, que el dolor sufrido no nos hará violentar la ley, pero tampoco podemos darle un espacio al “nuevo” Sendero, reciclado en Movadef.

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